domingo, 6 de mayo de 2012

Madre no hay mas que dos

Siempre os digo que soy una persona afortunada. Y no es palabrería barata, realmente lo soy.

Hubo un tiempo en que no me daba cuenta de la suerte que tenía. Fueron unos años oscuros y tristes, pero ya han quedado atrás, junto con su pesado equipaje de melancolía e impotencia.

Los primeros años de mi vida fueron geniales, pues esta buena fortuna me acompañó desde el mismo día de mi nacimiento: Tuve la enorme suerte de tener dos madres. Si, dos!

Por un lado está mi madre, a la que llamaba "mamaíta" y luego estaba mi abuela, a la que llamaba "mamá".

Mis dos madres eran muy diferentes la una de la otra.

Mamaíta me dio la Vida, me trajo a este mundo, y por su edad y temperamento adivino que fue ella la que me pasó los genes que me hacen ser tan imaginativa y soñadora. Recuerdo sentarme detrás de ella en el sofá, siendo una enana, y cepillar su enorme melena. Tenía un cabello precioso, largo, ondulado, de color rojo oscuro. Recuerdo perfectamente hacerle miles de peinados, y ella, con una paciencia infinita que aún conserva, se dejaba hacer. Y con esa piel traslúcida, llena de pecas.... Ella, tan tímida, apenas soportaba los largos ratos que me quedaba mirándola fijamente, cosa que hacía a diario. Para mi, es lo mas bonito que he visto nunca y aún hoy, a veces, miro sus fotos asombrada de la belleza que emana de su alma y de su cuerpo.

A mamá, sin embago, le debo la supervivencia física y espiritual. Gracias a ella me mantuve en este mundo y además, me dio tanto de su sabiduría que aún hoy, varios años después de que se fuera, le encuentro sentido a cosas que me dijo hace décadas. Fue una mujer poco común para su tiempo: fuerte, inteligente, independiente e infinitamente sabia. Tenía la capacidad natural de ver mas allá de lo que los ojos nos permiten, de desnudar almas con una sola mirada. El día de su funeral, una frase flotaba en los labios de todos: "Paz era especial". Y es que lo era.

Tuve la enorme suerte de poder vivir bajo el mismo techo que esa increible mujer.

Los Domingos íbamos al cine juntas, ella, yo y mis Barbies. Nos comprábamos dos pasteles y veíamos varias películas seguidas. Caminábamos la una con la otra, cantando hasta llegar al cine. Nos reíamos, nos tomábamos una leche merengada y paseábamos de vuelta a casa, felices y satisfechas. Mantuvimos millones de conversaciones durante todos los años que pasamos juntas. No muchas personas tienen la suerte de haber encontrado un guía en sus vidas, pero yo si, la encontré a ella.

"Pero qué preciosa eres, toda tu". Estas fueron las últimas palabras que escuché de sus labios, el último día que la vi. El día que se fue, parte de mi alma se fue con ella.

Aunque en realidad una fuera mi madre y otra mi abuela puedo asegurar que no sentí jamás diferencia alguna en el grado de responsabilidad que ambas tenían hacia mi. Ambas fueron - son  - mis madres, cada una a su manera y cada una con sus enseñanzas, y por esto, hoy, día de la madre, me siento doblemente afortunada.

:-)

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