jueves, 31 de mayo de 2012

Caperucita licántropa

Últimamente uno de mis pasatiempos favoritos es la adivinación. O bueno, quizás debería decir el intento de adivinación. Y no se trata de adivinar cualquier cosa, no. Intento averiguar una en concreto: el secreto de su mente.

Antes era relativamente fácil, porque claro, leer una sola neurona resulta mucho mas sencillo que descifrar los intríngulis de una mente humana normal. Mas aún cuando el sujeto de estudio no es susceptible de ser encasillado en ninguno de los estereotipos que ya me eran de sobra conocidos: el chuleta, el sobrado, el putero, el perdonavidas, el tímido, el prepotente...

Reconozco que estoy muy poco puesta en criaturas dulces y agradables y seguramente es eso lo que hace que cada vez me fascine mas descubrir a través de sus actos y sus palabras una nueva faceta de su personalidad, una nueva sorpresa.

No puedo leer su mente. No puedo predecir lo que va a hacer o decir. Y eso convierte esta en una experiencia tan inquietante como apasionante. Siento una mezcla de frustración y deseo ...y mi impaciencia no ayuda.

A veces me sorprendo a mi misma observándole, mirándole fijamente, como intentando leer sus pensamientos en sus ojos, en sus pecas, en sus gestos. Pero jamás me lo permite. Siempre premia mi expectación con una sonrisa, una de las mas bonitas que he visto nunca, y así me consuela mientras espero, de nuevo, a que sea él quién revele sus pensamientos.

Hoy le observé de nuevo. Le veía sonreír mientras hablaba con sus amigos, entretenido, relajado y echándome miradas furtivas de vez en cuando. Evité cuantas pude, para que no se hiciera tan evidente mi interés, no por él, que es ya manifiesto, sino por su cabecita. Cuando le miro así, le pienso sin palabras, porque mi mente se queda en blanco en una interrogación constante, atascada en si misma, como un video en pause.

Me sentía como una loba acechando a su caperucito particular, meneando el rabo complacida mientras esperaba a tenerle lo suficientemente cerca como para saltarle al cuello.......pero qué sorpresa! Cuando me fui a despedir de él, volvió a dejarme descolocada, una vez mas, pidiéndome un beso. Tanto tiempo me quedé pensando en dónde lo quería que me volví foto fija con cara de pasmada y ojos asombrados....hasta que de nuevo, sin signos previos, se acercó a mi para que le besara en las mejillas.

Y entonces me sentí Caperucita....


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