martes, 28 de febrero de 2012

La mejor edad de la vida

Ayer por la mañana me sorprendieron en el trabajo con la noticia de una vida que se había terminado. Se trataba de un compañero de trabajo, Pierre Malvaux, que había trabajado como recepcionista desde ni se cuántos años hace y cuyo nombre venía a menudo a mi mesa envuelto en las felicitaciones dejadas por los clientes. Murió a los pocos días de haber cumplido los cuarenta años, víctima de un accidente de coche de esos con malo incluido.

Nos quedamos shockeados.

La mayoría de nosotros llevamos a cabo nuestras tareas con los ojos fijos en algún punto distante, intentando asimilar lo inesperado de la noticia, lo imprevisto de lo sucedido y sobretodo intentando creernos que Pierre ya no estaba ahí, así, sin mas.

Todos nos mirábamos sin hablar, diciéndolo todo con la mirada, porque no hay nada que uno pueda decir que sea ni nuevo, ni ocurrente, ni siquiera esclarecedor cuando la muerte te da una sorpresa. No hay nada que entender, sólo nos queda aceptar. Y a veces esa tarea se hace tediosa cuando nuestra alma está aún en pausa y tienes que enfrentarte a la carta de un gilipollas que te dice que le hemos arruinado las vacaciones porque no le hemos puesto los mismos jaboncillos que el año pasado.

Me importan un pito sus jaboncillos señor y créame cuando le digo que si usted estuviera muerto tampoco le preocuparían.

"Sólo hace falta estar vivo" me dijo Kizzy, la telefonista. "Para morirse es lo único que hace falta". Y tiene toda la razón. El mundo está lleno de personas sanas, enfermas, prudentes, temerarias, jóvenes, viejas...pero las que se mueren sólo tienen algo en común: !!!estaban vivas!!! Ningún muerto se muere. Y si no tomad este ejemplo: mi abuela tiene noventaytantos años, está casi prostrada en una cama, no quiere comer, ni vivir ni enterarse mas del mundo. Pero ella sigue ahí y sin embargo Pierre se ha ido.

Yo no se si Pierre estaba preocupado por algo, si era un tipo pesimista o positivo, si llevaba meses hablando de la crisis o privándose de algo "por si acaso". Lo único que se es que fuera lo que fuera lo último que hizo, que pensó o que sintió....fue precisamente eso: Lo último. Él no sabía que ese era el último día de su vida. Tampoco lo sabían su mujer ni su querido hijo. Pero sea lo que sea lo que se les quedó por decir, ahí se quedó. Y sea lo que sea lo último que hicieron juntos...fue el último recuerdo.

A vosotros no se, pero esto a mi me refuerza aún mas en mi creencia de que la vida no merece la pena vivirla para sufrirla, que la vida es un regalo, que ninguno sabemos cuál es nuestro último día y que hay que reír y disfrutar de todo lo bueno, que hay que vivir en Utopía y hacer del mundo de cada uno el que queremos que sea porque mañana no existe y ayer ya pasó.

Hace unos días os pregunté a algunos qué edad sentíais que teníais por dentro. Muchos de vosotros, en vez de a eso,  me respondisteis diciéndome la edad en la que mas felices habíais sido o mejor os habíais sentido en general. Y aunque no era eso lo que buscaba ahora esas respuestas me vienen como anillo al dedo.

La mejor edad de la vida, queridos amigos, es estar vivo.

No esperéis a vivir cuando la crisis se haya terminado, no vaya a ser que no lleguéis. Y dadles a los jaboncillos su justo lugar en el espacio de vuestra vida...que igual es ninguno.

1 comentario:

  1. Interesante reflexión, Ivette..
    Y ante todo...... Pierre, no te olvidamos
    Los que de momento aquí seguimos, .. y tenemos fé en otra vida,.. tendremos la suerte divina de compartir otros momentos.....

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