miércoles, 21 de marzo de 2012

Mirar sin ver

No sólo los ciegos no pueden ver.

Yo, al igual que muchos, veo lo que me rodea según el filtro de las gafas que lleve puestas. Todos sabemos que una misma situación puede ser interpretada de maneras opuestas por dos personas que la hayan vivido de idéntico modo, y es que, como siempre intento inculcaros, el universo es mental, todo está en nuestra cabecita.

Pero hoy no voy a hablar de nadie mas, sólo de mi y de lo que pasa por la mía.

Hace algún tiempo conocí a un chico. Se acercó a hablarme, sin mas. En aquella época yo era muy arisca con los hombres, cosa que no es de extrañar teniendo en cuenta los especímenes a los que tuve que enfrentarme. Casi todos llevaban escrita su triste condición en la cara, los gestos, la ropa....Sin embargo este chico no era así, de modo que fui amable y hablé con él educadamente. No voy a mentir diciendo que me fijé en él; no le miré dos veces, aunque eso sí,  mantuvimos un cierto contacto, con altibajos, a lo largo de los meses.

Yo creo que el mundo de cada uno se define según lo que creemos que hay en él. Así, si creemos que el mundo es un lugar lleno de  traiciones, eso será lo que vivamos. Si creemos que el mundo está plagado de hipócritas, el nuestro estará atestado de ellos.


En aquel tiempo mi mundo estaba lleno de desamores, decepciones, frustración, soledad y tristeza. Era imposible que un chico dulce entrara en él.


Sin embargo un buen día ( un muy buen día ) encontré la clave para cambiar mi mundo, después de muchos años de búsqueda, de prueba y error. Abrí mi mente a otros universos, a otras perspectivas y mis posibilidades aumentaron. Las cosas, todas,empezaron a cambiar.


Hace ocho meses estaba en Gijón con mi buen amigo Gaetano y algunos amigos suyos. Uno de ellos, ni siquiera recuerdo su nombre, era un encanto. Sobre todo me llamó la atención el modo en que nos hablaba de su novia. Recuerdo que se hizo un silencio en mi mente y pensé: Así es el hombre que quiero para mi.


Ese día me di cuenta de que el fantasma al que había estado persiguiendo no era en realidad lo que quería ni lo que me convenía. Demasiados triunfadores, demasiados súper profesionales sin humanidad, demasiada prepotencia  y sobre todo, demasiada poca relevancia en sus vidas.



Entonces supe que quería un chico dulce a mi lado, alguien cariñoso, sencillo, tranquilo, amable...alguien que se sienta afortunado de poder pasar el rato conmigo y que me quiera por cómo soy y no por lo bien que quedo a su lado.


Esta idea ha ido creciendo en mi mente desde aquel día, echando raíces, creciendo ramitas y finalmente floreciendo. De un modo muy discreto he ido cambiando mis gustos, casi sin darme cuenta, hacia otro tipo de personas, mas acordes a lo que yo siento ahora dentro de mi.

He cambiado de gafas.


Y es de este modo que hace un par de meses, un día, mirándole, como tantos otros... ¡le vi! Ahí estaba, en el mismo lugar que el día anterior... pero de pronto su expresión me pareció dulce, su mirada pacífica, su sonrisa limpia y pura y empecé a sentirme igual que cuando tenía 7 años y descubría un nuevo lado de la vida, con los ojos fijos en él y el corazón latiéndome rápido. ¡Ahí estaba! Le había tenido delante tanto tiempo y nunca hasta ahora le había visto! Le había mirado sin verle.

Y ahora me encuentro en un estado de palpitación constante, alucinada de mis propios sentimientos, agradecida por tenerlos y divertida con todo lo que está pasando en mi mente y en mi corazón.

No soy una conquistadora. Es la maldición de quienes nunca han tenido nada que conquistar. Así como las moscas van a la miel, ellos venían a mi, relegándome a dictaminar con un si o un no el futuro de sus casi siempre simples intenciones. Soy la reina que baja de su trono para pedirle al cortesano que la quiera sin su  corona, pero no sé hablar cortesano.  Lo mejor de mi soy yo, y es lo único que ofrezco, pero no se cómo se pone eso en una bandeja.

Ahora que le veo, al menos, disfruto mucho de la vista.

Besitos.

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