jueves, 27 de octubre de 2011

Amén

Hace muchos años que perdí la fe.

Naciendo en la época de franco ( sí, en minúsculas, como corresponde a la bazofia) era difícil librarse de la influencia religiosa. La religión estaba presente en muchas facetas de la vida diaria, mas aún cuando vas a un colegio de monjas. Había al menos una hora semanal de religión, destinada al lavado de cerebro sistemático de nuestras inocentes mentes. Al fin y al cabo qué sabe un crío del mundo si no es lo que le cuentan....Hay un Dios, pues vale...y una Virgen y un Espíritu Santo y un montón de reglas y castigos. Y tu te lo crees porque la gente que te lo cuenta ha llegado al mundo antes que tu y se supone que saben de lo que hablan, igual que cuando te cuentan que la tierra gira alrededor del sol y es redonda.

Yo pasé por muchas etapas de fe. De pequeña era la etapa del miedo, la de ser buena porque si no Dios te manda al infierno cuando te mueras. Ahora desde la perspectiva de una adulta me parece una salvajada que te hagan crecer con semejantes historias de terror en la cabeza, pero bueno, es lo que había.

Con la adolescencia empecé a creer en un Dios mas amoroso y entré en una de las fases mas religiosas de mi vida.Creía en él, le hablaba, incluso me inventé mi propio Padre Nuestro. Lo recé durante años. Por supuesto estaba muy influenciada por todo lo que nos habían enseñado en el colegio, eso de que uno nunca es lo suficientemente bueno para merecerse el favor divino y todas esas cosas. No me da la memoria para recordar todas las ocasiones en que esa creencia me jodió la vida.

Con 15 años rompí con la iglesia católica. Fue la primera decepción. Me dijeron que no me dejaban hacer la confirmación porque hacía demasiadas preguntas durante la catequesis. Me temo que lo que pasaba es que tenían demasiadas pocas repuestas para una mente inteligente. Al final me confirmé pero fue una mentira cochina. Yo ya no volví a pisar una iglesia mas que para funerales o comuniones.

Unos años mas tarde empezó la etapa de la pérdida de la fe. Las infernales circunstancias que vivimos en casa me llevaron a hacer mi primera petición a Dios, la primera que hacía en mi vida. Fue una petición importante, vital, algo que deseaba con toda mi alma y que no era para mi.

No me lo concedieron. El infierno continuó. Y mi fe se perdió.

Desde entonces no me hablo con Dios, lo considero una tarea inútil. Es mas, evito incluso pensar en él. De la iglesia católica reniego, por jetas, retrógrados y prepotentes.

Con los años me he convertido en una nómada de la fe, picando aqui y allá, buscando algo sólido en lo que creer, algo que no me falle ni me perjudique.

No acepto ninguna creencia que me haga sentir que no valgo lo suficiente o que hay algo malo en mi por el mero hecho de existir.
No acepto machismos religiosos, ni fes que se metan en lo que hago en la cama o con quien, ni supersticiones que insulten mi inteligencia.

He leido de todo, he probado de todo, he recorrido con mi mente y mi corazón todos los mundos que han llegado a mis manos, en busca de una religión válida para la dignidad y la inteligencia humanas.

Se, por experiencia, que la verdad se haya fragmentada en tantos pedazos como seres humanos habitamos este planeta, siendo imposible unirla porque eso rompería la red que nos une los unos a los otros. Todos los que se han declarado en poder de la verdad absoluta han derramado la sangre de sus hermanos. Por eso ahora hay cosas en las que creo ciegamente pero soy incapaz de amalgamarlas en una sola doctrina, porque apenas he podido atisbar pequeños vestigios de verdad aqui y alla, pero sigo buscando mas piezas del puzzle para al menos poder acabar mi vida teniendo una pequeña nueva religión en la que pueda tener verdadera fe, lo que por ahora es mi única ambición.

Quiero creer, pero de verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario