martes, 3 de abril de 2012

La parábola de los talentos

Una de las cosas que tiene haber recibido una educación católica es que te sabes muchas historias antiguas.

Hoy he tenido un día duro.

Me levanté como siempre lo hago, de buen humor. Desayuné, me vestí y me fui al trabajo canturreando. Llegué y sonreí a todo el que me crucé, como suelo. Porque una de las cosas que he aprendido es que sonreír es gratis, pero la Vida te paga por ello y te devuelve, como poco, la misma sonrisa.

Cuando por fin llegué a mi oficina fue como si el mundo de color y fantasía que me había montado esa mañana se hubiera apagado. A mis buenos días sonrientes les respondió un murmullo apagado salido a duras penas de los labios desganados de unos seres de mentes acartonadas y enmohecidas. Creo que se olvidaron de que cuando nacieron, eran personas.

Antes de sentarme, otro de esos seres, mas listo y activo, entró por la puerta regalándome una cara de asco con una sonrisa de hiena. Poco a poco fueron llegando, con sus fardos de aburrimiento y desapego, sentándose en sus mesas y sillas e ignorando metódicamente a quienes les rodeaban. Y entonces me puse a pensar en la parábola de los talentos.

Estoy rodeada de hombres con talentos. No es porque sean hombres, es que todos lo son. Cada uno tiene los suyos, unos mas, otros menos. Algunos son unos talentos increíbles, otros mas simples, pero a todos ellos les han sido otorgados por la Vida, como una dote, para ayudarles a navegar por el río de la existencia.

Y sin embargo, ya véis, muchos han cogido esos talentos y los han usado mal.

El Señor X por ejemplo, ha sido dotado de una mente rápida y astuta, pero en vez de usar esas habilidades para mejorar el mundo que le rodea, las usa para burlarse de sus semejantes, seguramente porque ignora que lo son.

El Señor Y posee una de las mentes que mas admiración me causan, por su increíble capacidad analítica y creativa, la pena es que siempre la usa para maquinar finales infelices para las Vidas de sus subordinados, porque para él, esas Vidas están escritas en minúsculas. No se da cuenta de que él también es el subordinado de alguien.

El Señor Z es un portento numérico....sólo que los números le gustan mas que las personas, así que prefiere no hablarnos a nosotros y pasarse las horas con sus cifras. Me consta que él también es un número para alguien...puede que pronto un cero a la izquierda. No se si se habrá parado a contar cuántas veces le he sonreído sin que me devolviera el favor.

Estos pensamientos me hicieron tener un mal día. Negué mas sonrisas, mas saludos, mas calor humano. Negué favores, y al final, me negué a mi misma. Me convertí en la langosta que vibra al son enfermizo de sus compañeras, convirtiéndose en plaga bíblica.

Y es que los talentos, usados sin corazón, multiplican en negativo.

Afortunadamente la Vida me ha dado una gran dote, y por eso puedo darme cuenta de las cosas y luchar por cambiarlas, así que ahora estoy aqui, contándoos que no voy a volver a vibrar al son triste y gris de las mariposas nocturnas, que yo tengo las alas grandes y llenas de colores y que mañana volveré a entrar en mi oficina con la misma sonrisa de hoy, sólo que mas decidida, porque como dice la parábola, al que tiene, aún mas se le dará, y al que no tiene, incluso lo poco que tenga se le quitará, así que voy a sonreír mucho, para que la Vida me haga sonreír aún mas.

:-)

5 comentarios:

  1. Y por cierto, pienso sonreíros a vosotros también, que tengo alegría para regalar....

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  2. tu sonrisa Ivette, es regalo para los sentidos y perfume para el alma. Por favor, sigue regalándonos una sonrisa al vernos, hay quien sí sabe apreciarla..

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  3. Y a ti que mas te da, no te das cuenta que al final la feliz eres tu y no ellos, !eso que se pierden!con locorta que es la vida,,,

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